sábado, 17 de marzo de 2012

The Thing, conexiones temporales y sus consecuencias

Poco más de cien años de cine y no alcanzamos a verlo todo. Es imposible, es demasiado. Los jóvenes, nos conformamos con vislumbrar sólo la última parte, la que nos toca. En un pasado no vivido y no por eso menos ansiado, se quedan los trozos de celuloide que jamás vimos. Estamos ciegos de vertiginosos efectos especiales que agregan realidad, pero a veces roban contenido. Una que otra obra puede impactarnos: lograr combinar una buena historia y efectos que estén a su altura es difícil pero no imposible y hay que confesar que a veces se logra, pero pocas. Sin embargo, nos olvidamos con frecuencia de otras épocas donde una escena realizada con animatrones resultaba alucinante y ahora nos parece anticuada. El ejercicio es difícil: intentar mirar ese pasado desde nuestro tiempo, plagado de tecnología, pero intentando suponer que vivimos en ese tiempo y que pertenecemos a esa parte concreta de la historia. Así, nos colocamos en aquella época, y el film nos sorprende, nos hace temblar, volver a vivir.

Con The Thing me pasó algo extraño: conecté dos épocas –la mía y otra que está tan alejada que me es ajena- tan perfectamente que me pareció vivir un espacio-tiempo continuo, mejor dicho simultaneo, sin cortes ni parpadeos interferenciales. The Thing (Matthijs van Heijningen Jr., 2011) fue sin ir más lejos una de mis mejores películas de ciencia-ficción-terror. El ritmo era perfecto, la trama interesante y la puesta en escena impecable. Ya de por sí el tema de la-cosa-imposible-de-describir y sus varias formas deformes y asquerosas me resultaba sorprendente y llamativo. Que no se entienda mal: no estoy haciendo culto a lo deforme sino que la cosa, como Cosa, es un personaje tan explotable y perfecto que podría seguir alimentando miles y miles de historias. El hecho de que (cuidado con los spoilers) un ser intente copiar a otro ser para así ocultarse y atacar en el momento preciso es escalofriante y más aún si cuando se muestra saca tentáculos por todos lados y camina a cuatro patas con el cuello quebrado.



Tan alucinado quedé con este film que, movido por la curiosidad y el ánimo de otros amigos, me fui a buscar el que pensaba había sido el origen y fuente primera de este remake moderno. Por el año 1982 encontré cierto film de John Carpenter que lleva exactamente el mismo título. [Supongo que conocerán a Carpenter: sujeto interesante y extraño, “Hallowen (1978)” no me pareció muy buena, sin embargo guardo un buen recuerdo de “Escape from New York (1981)”]. Lo que yo esperaba ver era exactamente la misma historia, o tal vez lo que había sucedido antes de los sucesos narrados en The Thing (2011). En cambio (aviso: lo siguiente es un spoiler. Si no quieres saber de qué van las películas, sáltate este párrafo), descubrí que The Thing de Carpenter continúa la historia de The Thing de Matthijs van Heijningen Jr. Al final de esta última hay cierto epílogo que se entremezcla entre los créditos donde vemos correr a un perro siberiano. Esa situación, es la que da inicio a The Thing de Carpenter. La versión de 2011 era al fin y al cabo una protosecuela de la de 1982.



La de Carpenter contiene un ritmo y una puesta en escena tan buenas como la versión del 2011. El film, para nada ha envejecido con lo que la continuidad entre los sucesos es perfecta. Las escenas de Carpenter son tan escalofriantes como en la nueva versión si bien las tecnologías han cambiado rotundamente. En la primera vemos perfectos y creíbles animatrones, en la otra, efectos digitales espeluznantes. Una de las cosas que más me gustaron fue que en la versión de 2011 los escenarios y sucesos están presentados de manera tan fiel a lo que sucederá en el film de 1982 que el tributo de una a otra es claro y excelente. No hay duda que Matthijs van Heijningen Jr. tenía muy claro lo que debía hacer, y lo hizo estupendamente bien.

[Nota: The Thing (1982) es a su vez un remake de The Thing from Another World (1951) pero esta, ha quedado opacada por el tiempo y la sombra de sus sucesoras].